UN A T A R D E
Un anciano indigente alimenta con pan a pichones playeros; se le ve contento, siente ser parte de algo más grande. Me acerco, su cabellera encrespada, frente amplia. Le falta una pierna. Quizá fue albañil, pescador, chofer…Tuvo una familia, fue feliz. ¿En qué recodo del camino dejó su pierna difunta?. Quién sabe. Me dijo llamarse Santiago. No le creí.
Abajo, en la playa, los músicos descansan y comen plátanos; las familias recogen sus trapos, sacuden la arena y cierran un episodio de un viernes perfecto en la playa. Se me vino a la mente “El día perfecto para el pez-banana” de Salinger.
A un lado las siluetas en negro chapapote de los “Monos Bichis”. La figura desnuda y densa de la mujer, adquiere movilidad con la flexión de la pierna y el brazo hacia atrás, levantando los senos. Es un pose sensual, acaba de tirar la sábana y lleva años esperando que el pescador tire la tarraya y haga la tarea.
Cruzando la calle, el “Parque Martiniano”, debe su nombre al héroe del combate a la peste bubónica durante 1902; apenas tiene dos columpios, dos tranca-palancas y una resbaladilla. Nomás. El mejor servicio es una regadera improvisada que funciona como baño público, ahí recalan los bañistas a tumbarse la sal y la arena.
Me gustó la escena, por su inocencia y naturalidad, de una madre joven, con un código tatuado en la espalda, bañando a su niño y un bebé haciendo cola, los dos totalmente bichis. Sentí un aire fresco de paz y libertad. México es también una madre feliz que baña a sus niños desnudos en un parque público.
Una tarde, por el Malecón de Mazatlán. Hoy es sábado.
Ya cae la tarde en Playa Norte. Las familias levantan sus trapos, se acabó el viernes de playa.
Los Monos Bichis. Pasan los años y la mujer no pierde sensualidad y el pescador nunca termina de soltar la tarraya.
Una bonita escena cargada de inocencia y naturalidad. Una madre joven baña a sus niños en el parque Martiniano. Esto también es México.