SUBIR A LA MONTAÑA

Hace unos años subí a la montaña que aquí le decimos Sierra, nos invitó un colega Biólogo para comentarnos en terreno un proyecto de silvicultura sustentable que traía entre ceja y ceja. Recorrimos el bosque de pinos y encinos por el rumbo de La Petaca; así mientras caminábamos, dibujaba en el aire oloroso y azul, sus propuestas: “aquí un aserradero, allá un destilador de resina, por acá un taller de muebles, marcos y molduras; ahí en esa hondonada un vivero grande con frutales y plantas de ornato y en todo eso que ven, haremos ecoturismo”. Soñaba con enviar a sus hijos a estudiar ingeniería forestal a Chapingo, Ecología de bosque de montaña, Educación ambiental, Ecoturismo. Era un surtidero de ideas, tenía todo el entusiasmo, nomás le faltaba el recuso financiero. Todo quedó en proyecto.

Una hermosa postal de la serranía de Chirimoyos

Que yo sepa, el gobierno de Sinaloa nunca se ha interesado por desarrollar un plan integral de desarrollo económico para los pueblos de la serranía, por ejemplo en la Sierra de Sinaloa de Leyva municipio, tenemos el ejido forestal más grande del país, con 42 mil hectáreas, miles de ellas cubiertas de densos bosques de pino y encino, se llama Cuitaboca y está a 70 km de la cabecera municipal, por un camino de terracería que en las lluvias es intransitable. Ahí en esa zona se puede implementar una potente economía forestal que incluya aserradero, taller de muebles, planta de extracción de resina (se vende a las fábricas de pintura), viveros y ecoturismo, eso si llevaría bienestar a la población serrana, incluyendo a la etnia Taramari que habita en la región.

De eso me acordé cuando mi hija Frida dijo que subiría la Sierra de Concordia en una caravana de ayuda humanitaria y de servicios médicos, organizada por el Colectivo feminista “Periferia Subversiva”. Supe de la crisis existencial serrana por allá en el 2017-2018, cuando recrudeció la violencia en la Sierra de Concordia y bajaron al valle y a la urbe pueblos enteros; se vinieron con lo que traían puesto, a vivir hacinados en cuarterías, buscar chamba de peones en la construcción, de vigilantes, jardineros, de lo que saliera; también las señoras se aprontaban. Tenían que hacerle frente a la situación emergente y una de ellas era acomodar a sus chamacos en las Escuelas del Puerto, de esos nos encargamos el querido Profe Prisci y yo. De suerte que la mayoría de Directores, en algún momento de sus vidas trabajaron en la montaña y conservaron la empatía por esa gente y se pusieron a la altura de la emergencia.

Niña y milpas

Proyecto de cine comunitario del cineasta Dano García, donde los niños están creando su propio documental.

Brigada Médica Comunitaria

Brigada serrana que se compone de profesionales de la salud, liderados por la Dra. Mariela Reyes. Artistas, activistas y biólogos.

Así tuve la oportunidad de conocer a mujeres y hombres serranos, que no se hallaban a vivir en la ciudad; las mujeres sobre todo extrañaban el agua del arroyo o manantial, los espacios abiertos, el olor del viento, los animales domésticos, los patios llenos de flores; el mugido de las vacas, el ladrido de los perros. Todo eso que los antropólogos llaman la Querencia. Por eso, muchos se regresaron a sus pueblos, como los de Chirimoyos, de ahí son, ese es su nicho ambiental, su territorio vivencial, con el aire que llena sus pulmones, el suelo que saborean convertido en calabazas y mazorcas; el agua pura de los manantiales; las orugas urticantes que se convierten en mariposas. No importa que las instituciones de gobierno los abandonen, siempre habrá organizaciones, como las muchachas de “Periferia Subversiva” que les echarán la mano. Eso nomás.

Don Pascacio siendo atendido.

La enfermera Annie Azueta atendiendo a Don Pascacio quien padece de alergias.

Anterior
Anterior

CONSEJO ECOLÓGICO MAZATLÁN; 35 AÑOS.

Siguiente
Siguiente

GAZA…GAZA: LA FLOTILLA VA