LA MARCHA DE LOS DESAPARECIDOS
Sábado en el puerto de Mazatlán, mañana radiante, sol implacable. Son las once de la mañana y por primera vez se arremolinan contingentes nutridos de familiares que buscan a sus desaparecidos. Estamos en la Avenida Insurgentes, en el tramo final antes del Malecón.
Le tomo fotos a las lonas; veo los rostros de las muchachas, de los muchachos. Me interesan sus ojos. Pregunto: son hijas, hijos, nietos, hermanas, hermanos.
Saco cuentas, El Comité Internacional de la Cruz Roja (ICRC) calcula 280 mil desaparecidos en México, bajemos la cifra a 250 mil, si la familia es de 4 miembros, serían un millón de personas directamente interesadas; pero hay 4 abuelos, 4 tíos, 4 primos….En total 4 millones de personas involucradas en torno a los desaparecidos. O sea, es un problema que, sabiendo tocar las teclas sensibles, se puede convertir en un fenómeno de masas; más si se extiende a los sindicatos, a las organizaciones ambientalistas, al movimiento feminista, etc. forzaríamos al Estado Mexicano a dar una respuesta efectiva.
La política, dicen los clásicos, es el arte del contratiempo y del instante preciso. El fenómeno de los desaparecidos es ya un mayúsculo contratiempo estructural y está en el punto Exacto de su madurez, es decir, en el instante preciso. ¿Cuántos desaparecidos más se requieren para empezar a actuar?. Si el problema de los desaparecidos crece, puede ser el derrumbe del actual régimen. De ese tamaño.
La Señora Brenda, mamá de Carlos Emilio, convocante de la Marcha, está rodeada por la prensa, la escucho: respuestas bien medidas, inteligentes. Ella podría ser el factor aglutinante de un potente movimiento de masas. Podría…Podría. Condicional del indicativo del verbo poder.
Una muchacha delgada, pelo enchinado es la dueña del megáfono más potente y antes de dar la señal de arranque agradece a la Señora Brenda, porque gracias a ella se juntó más gente. Ella busca a su hermana Cecilia “La China”, desaparecida el 23 de julio en el Fraccionamiento “El Toreo”.
Y tomamos el Malecón, una marcha más; el tramo es corto, pero el sol no da tregua y no hay ni hilachas de nubes. Le pido su pancarta a la China, para que manipule mejor el megáfono. Las mismas consignas, atruenan en la orilla del mar, pero van cargadas de significado: no dejamos arrumbados a nuestros desaparecidos; los seguiremos buscando.
La Señora Brenda no grita las consignas, las repite en silencio, moviendo los labios. Levanta la cabeza, mira al cielo, hace como que ora. Un señor mayor, quizá su Padre, la toma de brazo. Sufre y se me viene a la mente los “Heraldos” del poeta César Vallejo:
“Hay golpes en la vida
tan fuertes…¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios.
¡Yo no sé!…
Le dimos vuelta a la Glorieta de La Cebolla, cerramos la marcha en la explanada de Las Letras, ahí junto al antro Terraza Valentino, donde desapareció Carlos Emilio y como si nada siguió funcionando; apenas 20 días después se ordena un cateo. El dueño es el Zar porteño de los giros negros, regentea 15 antros. No pasará nada, lo que para él es un simple y estorboso incidente, para Brenda y su familia es una tragedia inconmensurable.
La mamá Brenda Valenzuela. Con Carlos Emilio al frente. ¿Se ha fijado usted que no piden rescate por Carlos Emilio?.
La China del megáfono. Busca a su hermana Cecilia. Fue el contingente más combativo.
Nos estamos arrejuntando.
Se tapizó la explanada.
Los ojos, la mirada. Este es Carlos Castillo Pacheco.Hay miradas tristes, alegres, melancólicas…
Ella es Criset Alejandrina, desaparecida en noviembre del 2024. Es una de las desaparecidas de mayor edad.

