RECORDANDO A RAMÓN DE LA SUAVE PATRIA
Ramón López Velarde, sigue vigente, vivo y coleando en el mundo literario, a 104 años de su muerte en este 2025, lo asesinó una bronconeumonía fulminante adquirida en sus correrías noctívagas por la entonces pintada y ojerosa capital de la patria (a Fleming le faltaban siete años para la chiripada de la penicilina, unas cuantas inyecciones hubieran salvado a nuestro poeta), tan vigente que en el año 2020 lo tuvimos en el carnaval en el Premio Mazatlán de Literatura, con el ensayo “Un acueducto infinitesimal” de Ernesto Lumbreras, en el cual rastrea la vida del poeta en la CdMex; antes, Juan Villoro, escribió El Testigo, donde el poeta es parte de la trama.
Don Alfonso Reyes, el mismo que la 4T quiso revivir con la patriarcal y patriotera Cartilla Moral, que por cierto nadie leyó, dijo que López Velarde era poeta de aldeanas, parroquias y campanarios y que además sólo había sido un chispazo en el cielo poético de la patria. Don Poncho nunca le perdonó al poeta que en una de sus reseñas le dijera que la prosa era lo suyo, que se olvidara de la poesía.
Ramón López Velarde fue asesinado en 1921 por el Cártel de “Los Estreptococos” y ese mismo año, en el mes de junio, por culpa de José Vasconcelos, pasó a ser el poeta nacional y además de un solo poema, “La Suave Patria”, que se publicó en 60 mil ejemplares de la Revista “El Maestro” y se enviaba gratis a todas las escuelas de la república, se lo aprendieron de memoria profes y alumnos, pasando a ser el segundo himno nacional.
Por supuesto que “La Suave Patria”, es un gran poema, que uno lee como si las palabras fueran recién estrenadas y lo que nombra acabara de nacer: que la patria tenga una superficie de maíz y que el cielo sea de garzas en desliz, donde los loros pintan relámpagos verdes; cierto, nos mutilaron el territorio, pero es tan grande todavía que el tren va por la vía como aguinaldo de juguetería y que en las calles se vacía el santo olor de la panadería. Aquí en Mazatlán, el pan de “La Malpica”.
Pero la obra poética de López Velarde es más amplia y profunda que “La suave Patria”, y revela el espíritu de su época, caótica y violenta (la revolución, el asesinato de Madero, los ajustes posrevolucionario, asesinato de Carranza y la sombra perversa del caudillo, que se ganó el mote de “Don Bárbaro Matón” por Álvaro Obregón)). El poeta no quiere regresar a su pueblo: “al edén subvertido que se calla; en la mutilación de la metralla” y siente “una íntima tristeza reaccionaria”, por todo lo que se ha destruido.
Las dos mujeres que amó y nunca las llevó a la cama matrimonial, fueron musas de muchos de sus poemas. Fuensanta, la novia rural, muere y en un poema nos avisa de su funeral: “porque una lluvia terca no permite; sacar el ataúd a las calles rurales”; en otro poema, inconcluso, se casa con la difunta amada, ahí dice que soñó estar dentro del más muerto de los mares muertos, era invierno y llovían gotas de silencio; no había señal viviente, si acaso el eco lejano de una llamada a misa de una misteriosa capilla oceánica y de pronto: “me sales al encuentro, resucitada y con tus guantes negros”. El poeta y la novia difunta se abrazan y sus cuatro manos se reúnen; más adelante se pregunta: ¿Conservabas tu carne en cada hueso?. El poema es como una pintura metafísica de Remedios Varo.
La otra musa, Margarita Quijano, la “Niña del Retrato”, fue la novia citadina, culta, refinada y rica; él un abogado sin clientes y profe de literatura en Prepa; rompieron el noviazgo y lo documenta en un poema: “encima del soltero dolor empedernido; de yacer como imberbe congregante; mientras los gatos erizan el ruido y forjan una patria espeluznante”. Por cierto Margarita era hermana de Alejandro Quijano, amigo y cuñado del poeta, y que hoy es, aquí en Mazatlán, una modesta callecita que sale en sesgo de la Gutiérrez Nájera.
Esa patria espeluznante es la que el poeta percibía y avizoraba al futuro: el callismo, la guerra cristera, el Maximato. Eso es lo que “erizaba el ruido”. La suave patria era la que había desaparecido y no volvería más; los veneros de petróleo que nos dio el diablo, hicieron que el gobierno se olvidara del campo y los campesinos.
Y el poeta pregunta: Fuensanta: ¿tú conoces el mar?; Dicen que es menos grande y menos hondo que el pesar. Ramón López Velarde nunca conoció el mar.
RAMÓN LÓPEZ VELARDE
El poeta nacional, el de la Suave Patria, el novio de Fuensanta y que nunca conoció el mar. El dibujo creo es de Luis Carreño.