OHUIRA (cuento dominical de pura ficción)
Ese fue el primer aviso de malagüero; uno de los músicos se les ahogó cuando iban de regreso, después de tocar en la inauguración de la fábrica de amoniaco; el camioncito se fue al dren, había llovido mucho en la noche y el camino estaba resbaloso.
—¿Oye Pinzón, qué músico se les ahogó?.
—El de la tuba, uno que le decían “El Pitijuy”.
La comitiva llegó al mediodía de un domingo con el sol de agosto en el lomo, caminaban por el malecón rumbo al embarcadero. La Gobernadora, densa ella; un cura flaco, alto y güero, como churro crudo, flotaba en una sotana verde limón; atrás un puño de diputados y la banda de viento “Los Canarios de Ahome”.
—¿Qué piezas pidió la Gobernadora?.
—Primero “El Sinaloense” y ya en las lanchas “Mi gusto es”.
La ceremonia fue rápida; habló la gobernadora y el gerente de la fábrica; el Cura “Churro Crudo”, sacó un hisopo rociador de agua bendita y con un ademán solemne bendijo toda la fábrica, haciendo la señal de la cruz y se fueron a la barbacoa, cerveza y buchanan.
Pardeando la tarde se acabó el bochinche y fue de regreso cuando se les ahogó el “Pitijuy”: “eso es de mal agüero”. Dijo Doña Nacha, la partera.
El segundo aviso, ocurrió un mes después. Un lunes temprano, un par de pescadores levantaban su chinchorro agallero frente a la Planta, cuando un grupo de 5 delfines, emitiendo silbidos y chasquidos, a toda velocidad se estrellaron contra la barda de la fábrica; después le siguió otro grupo y más. Horrorizados, contaron 30 delfines muertos.
La PROFEPA no pudo ocultar el caso y ordenó una investigación. La Dra. Karla Brau del Museo Nacional de la Ballena, experta en Bioacústica Marina resolvió el enigma: colocó hidrófonos de alta sensibilidad a diferentes distancias de la fábrica y registró ondas sonoras similares a las emitidas por los delfines en situación de riesgo, la señal se intensificaba en las proximidades de la planta, eso los enloquecía.
Las emisiones provenían de la sala Criogénica, donde se licuaba el nitrógeno a bajas temperaturas y altas presiones. El Movimiento Ecologista “Aquí No”, exigió el cierre definitivo de la fábrica, pero el gobierno del “Orden y Progreso”, puso una multa y exigió insonorizaran la sala criogénica y a seguirle con el amoniaco.
El tercer y definitivo aviso de malagüero ocurrió 5 meses después, por allá en diciembre del 2030. Doña Trini, la del puesto cevichero, frente al embarcadero, era domingo ya tarde, estaba a punto de cerrar, cuando miró que sus dos gatos empezaron a dar tatagüilas y cayeron fulminados, muertos sin remedio en un maullido doloroso.
Le habló a su hijo, el Síndico del lugar.
—Fíjate que pasó algo muy raro, se acaban de morir mis gatos, daban tatagüilas y maullaban como…
—N’ombre Amá, desde el Cerro de las Gallinas hasta el muelle, hay un pinche moridero de gatos.
—-¿Será la fábrica?…
Después de los gatos, siguieron los ancianos, el primer reporte llegó del Barrio el Varadero:”Se murió de tiricia”. Dijeron los familiares. Y toda la semana hubo difuntos atiriciados; el barrio más afectado fue el de Lázaro, donde viven los pescadores.
El Domingo por la mañana, sin que nadie los convocara, bajaron de todos los barrios, desde La Aduana hasta La Pérgola: mujeres, hombres, niñas, niños; por instinto venían armados de palos, cazuelas, remos. Una bandada de pelícanos cruzaba la Bahía, de la fábrica salía un humito amarillo.
Se concentraron frente al embarcadero. El Pinzón, líder de “Aquí No”, tomó la palabra: “Nunca fuimos profetas de la fatalidad; sabíamos del peligro de la Planta de Amoniaco; esto ya pasó en Japón, en una Bahía llamada Minamata. Ahorita no es momento de rollos, sino de actuar: cerremos hoy mismo la Planta…
—Y si reprimen los marinos. Grito una mujer y se armó el barullo.
—Escuchen, escuchen por favor, anoche se les murió el Comandante de la Plaza, no van a intervenir…
La marcha partió rumbo al portón principal de la fábrica; una comitiva de Testigos de Jehová se agregó al contingente y coreaban el Salmo 37:10-11: “Solo un poco más y los malvados se irán; los mansos heredarán la tierra…”. La gente aplaudía.
A medio camino notaron que dejó de de salir el humito amarillo; al llegar al portón ya estaba el Gerente, flanqueado por El Panchón, el jefe de seguridad.
Habían recibido la orden ejecutiva de retirarse, de cerrar el changarro: “Aquí está el oficio, en alemán y en español”. Dijo el Gerente. Se irían esa misma tarde en un buque tanque con rumbo a Trinidad y Tobago.
Jaime Renán, filósofo y cronista del pueblo, tituló este episodio como “El año de las muertes por tiricia”, viene en el Capítulo 3 de sus memorias “Las Utopías del Gato”.
Cuando recale por el puerto de Topolobampo, no faltará quien le muestre las ruinas de esa fábrica y si le invita una cerveza, le platicará la historia. Fin
Imagen modificada de la original del genial caricaturista brasileño Carlos Latuff, se hace con fines ilustrativos, sin ninguna intención de lucro.
El hermoso puerto de Topolobampo, conectado a las Bahías de OHUIRA y Santa María. Ecosistemas amenazados por megaproyectos de la industria química tóxica.