LOS PESCADORES ORILLEROS

Amanece en la Bahía. Hoy no hubo neblina, las olas llegan lentas, cansadas, lengüetean la arena y se retiran. Hoy el mar está de buen humor.

En la punta de un roquedal, frente a lo que fue el icónico hotel Camino Real, hasta donde llegaba la civilización en los años 70, una familia extensa, completa, madrugó para la foto.

Los observo, el abuelo sentado en silla playera, todos le rinden pleitesía, se acercan lo acarician, se toman la foto; la abuela lo masajea. Pienso que es una familia donde circula el amor.

Me imagino que será el último viaje juntos y en unos años, los nietos al ver las fotos dirán: “Mira, de cuando fuimos a Mazatlán”. Y los abuelos revivirán por un momento.

Hoy no vinieron a desayunar los Ostreros de pico naranja, pero sí unas aves más pequeñas que les decimos ”tildíos” y una tercia de garzas blancas, nerviosas y muy orgullosas de su blancura. Se creen la divina garza, pero las delatan sus patas plebeyas pintadas de amarillo.

Hay pocos pescadores orilleros, uno encaramado en las rocas, sostiene el sedal y mira paciente el temblor del mar; otro en pie de playa, mantiene dos líneas. En una cubeta revolotean pequeños peces, son la carnada que atrapa con la atarraya. Cierto, hay crueldad, los ensarta vivos en el anzuelo (Mónica Gagliano, una hermosa Bióloga Australiana, dejó su investigación doctoral de ecología de peces porque tenía que matar a la especie en estudio: “No existe ninguna cuestión científica significativa como para matar a otro ser vivo”. Escribió en su libro: “Así habló la planta”). Este señor pescador, no es Biólogo ni científico: “Solo vengo por un Torito pal caldo”. Me dice.

Más adelante dos gringos viejos pescan con caña, es zona de fondo rocoso, hay bancos de ostiones; nunca he visto que piquen peces. Uno de ellos está sentado, cabecea, dormita. Los dos son gordos. Fin.

Amanece en la Bahía. El mar apacible, oleaje lento. Hoy está de buen humor.

Familia con abuelos. Los miro un rato, van y vienen, acarician al Abuelo sentado en silla playera. Lo abrazan, se toman fotos. La Abuela lo agasaja. Es un chispazo de felicidad.

Se cree la divina garza. Presume su blancura, pero la delatan sus patas plebeyas pintadas de amarillo.


Mira paciente el temblor del mar.

Solo vine por un “Torito”.

La carnada viva. La atrapa con la Atarraya.

Dos gringos viejos, pescan con caña. Los dos son gordos.

Mónica Gagliano. Bióloga Australiana ser negó a matar los ejemplares de la especie de Damisela del Gran Arrecife que estudiaba para su tesis doctoral ya que no hay ninguna justificación científica para asesinar a un ser vivo. Se cambió a la Botánica y ha revolucionado esa ciencia.

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